El sujeto viajero!




Diálogo del quipo: Aída Angulo, Constanza Clerico, Graciela De Oliveira, Daniel Luque, María Nahal y Guillermo Rodriguez
El sujeto viajero y los tipos de viajes.


A partir del eje que hemos elegido para trabajar realizaremos una doble aproximación: primero a las nociones aportadas por Depetris para pensar la situación del sujeto viajero y el viraje epistemológico que revelan las escrituras de Waldeck y De la Cruz, vinculándolas en la medida de lo posible con las nociones aportadas por Romano Sued acerca de la traducción; y posteriormente a la apropiación personal que cada uno de los integrantes del grupo ha realizado de algunas de estas nociones para repensar sus propios objetos de estudio.


Considerando que los viajeros narraban sus diarios con el objetivo de presentar una “realidad” desconocida no sólo a otros viajeros, sino también ante comisiones evaluadoras, creemos pertinente, como un primer abordaje, analizar a Waldeck y De la Cruz como agentes sociales que realizaron prácticas discursivas de selección y jerarquización de distintas opciones y de estrategias para el proceso de producción de su relatos, teniendo en cuenta las dimensiones de circulación que podían llegar a abarcar. De este modo, entendemos que los viajeros escribían sus diarios con datos verosímiles con la intención de influir en el receptor, aunque, como sabemos, sus opciones estratégicas no generaron la misma impresión en sus enunciatarios.
Luego de analizar a los sujetos viajeros como agentes sociales, haremos hincapié en el concepto “viaje”, en el ejercicio de movernos de un lugar a otro, de observar espacios desconocidos y de las distancias que se producen entre lo que vemos y lo que registramos como visto y vivido.
Siguiendo con la categoría del viaje, indagaremos sobre qué es ser un sujeto viajero y cuáles son las motivaciones que lo incitan a realizar un viaje.
Por otro lado, abordaremos los textos de Federico de Waldeck y Luis de la Cruz como “puerta de entrada” para la lectura analítica de un conjunto de crónicas de viajes en la prensa cordobesa de principios del siglo XX; si bien se trata de dos contextos, dos tiempos, dos dimensiones (en cuanto a desplazamientos) distintos; estas diferencias no son obstáculo para conjeturar algunas relaciones dadas por la presencia de componentes discursivos de los textos de aquellos sujetos viajeros, de itinerarios casi continentales, en las crónicas de viajes de esos otros viajeros de itinerarios provinciales.
Otra línea de análisis que proponemos es pensar por un lado, el tema de la traducción cultural y su problematización en la representación de la ciudad moderna que realiza Pedro Lemebel en sus Crónicas; por otro, en la permanencia y desplazamiento de la figura del viajero y lo que significa en la construcción del narrador cronista en su obra.
Por último, abordaremos la lectura de la escritura de los viajes a través del tiempo como objeto disparador de proyectos de arte contemporáneo. Los viajeros confeccionaron mapas como croquis de apoyo para comprender lo visto y recorrido con el propio cuerpo; los países colonizadores contrataban cartógrafos más exactos para dibujar con más perfección el objeto de deseo para la conquista y luego como documento de territorios ganados, en el que era importante delimitar las fronteras políticas. Los que trabajamos especialmente en Ciencias, Arte y cultura en general tendemos a hacer proyectos e investigaciones en las que vemos estas fronteras permeables, recuperando el sujeto investigador que relata el tránsito como “experiencia” (un buen ensayo sobre este tema es “Contra el Mapa” de Estrella de Diego, 2008)



El sujeto viajero como agente social
Un agente social es aquel sujeto que actúa y realiza prácticas específicas de producción discursiva en un sistema de relaciones en un momento y en un espacio determinado. Estas prácticas podemos encontrarlas en cualquier discurso, en el que coexisten dos elementos: el enunciado y el sujeto de la enunciación, en cuanto está construido en y por el texto (Costa, Mozejko: 13). Estos elementos se pueden registrar a partir de huellas que proporciona el texto, lo que nos indica cuáles fueron las selecciones y jerarquizaciones que realizó el agente social para crear el enunciado. Ahora bien, ¿Cuáles son las marcas que aparecen en el viaje realizado por Waldeck a la provincia de Yucatán? ¿Y en el caso de De la Cruz, cuáles son las huellas que se registran en su defensa ante la Comisión consular?
En cuanto a Waldeck, podemos observar que se construye como un sujeto competente, se presenta como el primer extranjero en ver y describir los monumentos más antiguos de México (cree que las investigaciones hechas por antiguos viajeros fueron inútiles y negligentes), en “exponer fielmente lo que ha estudiado”, de “haber abierto la verdadera vía en la que otros, más competentes deberán caminar”. Estas huellas explicitan los mecanismos estratégicos que utiliza Waldeck para anunciarse ante los demás, demuestra poseer el conocimiento para la realización del viaje (indica haber leído y estudiado todo en cuanto a expediciones, ruinas arqueológicas y perspectivas estéticas)#de exponer “fielmente la realidad” y de poder sobre llevar todas las dificultades que se interfieren  en su camino: “Todavía tengo presente en la memoria los obstáculos de todo género que (…) nacían a mis pasos a medida que avanzaba en mi obra de exploración” (Waldeck: 48). Esta insistencia en el saber-hacer reconstruye la trayectoria del agente social, que a través de su práctica discursiva y en la construcción textual del enunciador (narrado en primera persona) nos proporciona un mayor grado de verosimilitud. Sin embargo, su diario de viaje como documento arqueológico y pintoresco no es valorado por la Sociedad francesa como él pretende. Esto se puede explicar a partir de lo expuesto por Depetris y España, quienes indican que Waldeck poseía una gran influencia del “orientalismo”, lo que le impidió, al viajero, ver más allá de sus representaciones: Waldeck no reconoce “un origen indígena de los habitantes y edificios americanos porque la lógica indica que pueblos “infantiles” no pudieron concebir obras maduras” (Depetris y España: 26).
En el caso de Luis de la Cruz, podemos observar que tampoco se acepta su diario como documento epistemológico ante la comisión consular de Buenos Aires. De la Cruz, como agente social, crea un discurso en el que se construye como un sujeto capaz de recorrer tierras desconocidas por los indios, por descubrir ríos y medir la distancia que separa Chile del Río de la Plata. Se atribuye errores en su relato, pero niega que su extensa obra no sea verdadera. Una de su estrategia más utilizada en su defensa es la utilización de la pregunta retórica: ¿Cómo podrá dudarse de esta verdad cuando (…) las aguas saciaron mi sed, la cuerda midió su anchura, mis ojos vieron su curso?” (De la Cruz: 9). De esta manera, De la Cruz se configura como un sujeto que vio y vivió una realidad junto a los indios y a otros españoles, pero estos modos de ver y de describir la realidad no condicen con los modos de escribir un documento científico solicitado por la comisión consular. Por lo tanto, podemos decir que tanto Waldeck como De la Cruz fracasan en su misión científica, ya que a partir del cambio epistemológico que realizan se produce una ruptura en su relato.


La categoría del viaje y sus diferentes maneras de abordarla


¿Qué hacemos cuando hacemos un viaje? Abro el diccionario, busco la palabra clave y descubro su significado. Viaje: Acción y efecto de viajar/Carga que se lleva de un lugar a otro de una vez/Estado producido por un alucinógeno. Me detengo en el primero, viajar como desplazamiento de un lugar a otro. Thomas Mann decía que, “al igual que el tiempo, el espacio trae consigo el olvido; aunque lo hace desprendiendo a la persona humana de sus contingencias para transportarla a un estado de libertad originaria; incluso del pedante y el burgués hace, de un solo golpe, una especie de vagabundo”# El olvido, producto de ese distanciamiento, corre al sujeto de su espacio conocido y lo arroja a la aventura de lo incierto. Así, “los viajes, cuando son incursiones en lo desconocido, funcionan como modos privilegiados de conocimiento del mundo y de quienes comprenden la aventura […] Mirar al extranjero atentamente, y ser mirado por él, percibir las diferencias y observarse con los ojos del otro, equivale a juzgar con más distancia la cultura propia (esa que parecía natural) como si fuera nueva. Ya no se vuelve a ser el mismo cuando se regresa de ese proceso de extrañamiento.# Si entendemos que extrañar es sentir la novedad de alguna cosa que usamos, echando de menos la que nos es habitual, podemos decir que, conocemos aquello que llevábamos puesto al vestirnos con algo desconocido. Así, el conocimiento se presenta como la relación entre lo nuevo y lo viejo, entre lo propio y lo ajeno, entre lo conocido y lo desconocido.
Ahora bien, ¿qué vemos? y ¿cómo lo vemos? Entiendo que estas dos preguntas están unidas a ¿qué vimos? y ¿cómo debemos ver? Pienso en la llegada de Pedro Páramo a Comala “Yo imaginaba ver aquello a través de los recuerdos de mi madre; de su nostalgia, entre retazos de suspiros. Siempre vivió ella suspirando por Comala, por el retorno; pero jamás volvió. Ahora yo vengo en su lugar. Traigo los ojos con que ella miró estas cosas, porque me dio sus ojos para ver”#y a esto lo correspondo con la llegada de Waldeck a Yucatán. Este último entendía que América era tan Antigua como Egipto u Oriente y sus ojos no pararían de mirar, para luego comparar, aquello que pudiera comprobarlo. Tanto Páramo como Waldeck llevan adelante un doble viaje marcado por el cruce de desplazamientos espacio/temporales. Así, mientras Páramo debe regresar  tiempo atrás para poder comprender su origen, Waldeck debe regresar tiempo atrás para comprender el origen del hombre. Y ambos, para poder llevar adelante esta empresa, necesitan viajar en el espacio hacia el lugar donde comenzó todo.
Por otra parte, el caos inicial producto de aquello que se nos ofrece como novedoso hace que la idea de la muerte esté presente, durante el viaje, de manera permanente. Entiendo que uno de los principales vacíos que tiene que soportar un viajero es, en muchos casos, el enfrentamiento con una lengua extranjera. Esto me remite a lo que sostiene Pascal Quignard: “Que una palabra puede perderse quiere decir: la lengua no es nosotros mismos. Que en nosotros la lengua es adquirida quiere decir: podemos conocer su abandono. Que podamos estar expuestos a su abandono quiere decir que el todo del lenguaje puede refluir en la punta de la lengua. Quiere decir que podemos regresar al establo o a la jungla o a la preinfancia o a la muerte”#. Al enfrentarnos con lo desconocido, al quitarnos las barandas de lo definido, el viaje nos arroja al vacío, nos mueve hacia lo oscuro, nos enfrenta con la muerte.
Ahora me detengo en la segunda definición del término viaje, es decir, como carga que se lleva de un lugar a otro. Me pregunto ¿Qué llevamos puesto antes de irnos? ¿Qué traemos puesto al regresar? ¿Qué vemos? y ¿qué registramos de aquello que vemos?
Viajamos con una pregunta a la que esperamos darle respuesta, por lo tanto, a lo largo de la marcha vamos tratando de encontrar los signos que nos permitan corroborar esa respuesta, que llevábamos implícita desde un comienzo en la pregunta. Observamos, ordenamos y traducimos. Y, en el papel, queda registrado sólo aquello que merece ser contado, pero este “merecer” va a estar definido por el valor que otros le dan a nuestro registro. Es decir que, al relatar un viaje, lo vamos reconfigurando para que pueda ser valorado por aquellas personas o entidades capaces de otorgarle dicho valor. Por lo tanto, cada relato, va a configurarse como un nuevo viaje. Así, podemos decir que de nuevo tenemos un desdoblamiento, en el que se encuentra, por un lado el viaje vivido y por otro el viaje registrado.
Por último me detengo en la tercera definición, es decir, en la idea del viaje como un estado producido por un alucinógeno. Siguiendo a Deleuze entiendo que  “se puede ser muy rápido marchando muy lentamente…Se puede ser muy rápido sin moverse, hacer viajes de una rapidez loca sobre el mismo lugar, estar de vuelta antes de haber partido”#. Por lo tanto, entiendo que cada lector de relatos de viajes es también, de una u otra manera, un viajero. Un sujeto que emprende, mediante la incursión en el libro, una experiencia imaginaria de desplazamiento. Y al hacerlo, resignifica lo que lee, para poder escribir, mediante un proceso de operación mental, su propio viaje.


Las motivaciones del viajero
¿Qué motivos llevan a De la Cruz a salir de la tranquilidad de su puesto en la ciudad de Concepción de Penco y adentrarse en tierras que perfectamente podrían presentársele hostiles? ¿Qué impulsa a Waldeck al lejano continente americano y a la selva? ¿Un espíritu inquieto y curioso? ¿Acaso la necesidad de cambiar lo rutinario por lo incierto y enigmático, de adentrarse en un tiempo más vívido y elemental o la necesidad de destacar, de estar donde pocos han estado, de ser el primero en observar una realidad desconocida y nombrarla? ¿La búsqueda de asociarse, a través de su empresa, a las características de los viajeros célebres que los precedieron? ¿Convertirse ellos mismos en viajeros célebress? ¿La búsqueda de una narración, de algo que contar, del sujeto sintiendo que está vivo?   ¿Ser un viajero?,¿qué tipo de viajero y la vista de quién?
Ciertamente, no debe haberlos impulsado un interés puramente científico del conocimiento de la geografía y culturas americanas. De la Cruz da muestra de ello en las falencias con las que llevo a cabo el trabajo que se le requirió y la postura epistemológica que utiliza para defender su trabajo nos muestran una  falta de sistematicidad en los conocimientos científicos de la época y argumentaciones que abrevan en matrices contrapuestos de pensamiento (ilustración y romanticismo), en el habitan los conocimientos de la época entremezclados y con la creatividad propia que da la ausencia de estructuras claras y delimitadas de pensamiento. Waldeck se presenta como un ser más complejo, que ha hecho de la peregrinación y la búsqueda una constante en su vida y con una formación sólida en arte, pero carente de los conocimientos propios de un arqueólogo.  Son las vivencias del viajero, sus experiencias, dificultades y peripecias las que parecen tomar un lugar protagónico en los diarios. Poco importan el mapa y los ríos y el registro mimético de la nueva realidad en De la Cruz; poco importan en Waldeck la ubicación de los descubrimientos y su reproducción exacta.  Es el “yo” que experiencia, que se adentra en lo nuevo e incierto lo que adquiere relevancia. Es el “yo”, narrativo y protagonista, que conquista los espacios vacíos y pone en riesgo su propia existencia, lo que construyen los diarios. Y es esta conformación del “yo” como héroe legitimado por sus hazañas y conocimientos la principal base de legitimación y veracidad para sus observaciones.
Es factible pensar que adentrado el siglo XVII la fama de los viajes por tierras desconocida fuera grande y sin embargo decepcionante. Cientos de viajeros los precedieron en la búsqueda de nuevas maravillas, de ciudades perdidas y lugares míticos. Cientos de veces los viajeros creyeron dar con la respuesta a grandes enigmas y cientos de veces el público debió decepcionarse. El rigor científico del método se impuso, borrando la presencia del aventurero de los diarios. El método que aplicado correctamente le permitía a cualquiera llegar al conocimiento de lo real, donde quiera que esta realidad estuviera. Estos dos factores debieron de estar presentes en la mente de estos dos viajeros no científicos, estos dos aventureros en búsqueda de reconocimiento. Las nuevas realidades traducidas al público europeo por el discurso científico que borraba el valor del protagonista que llevaba a cabo el reconocimiento y el gusto de un público general por lo nuevo maravilloso, por realidades que escapen a los moldes de lo cotidiano u ofrezcan nuevos espacios donde depositar los mundos mágicos desterrados de Europa.
La conciencia artística y las lecturas de Waldeck lo condicionan a la hora de observar el nuevo mundo y los descubrimientos que realiza. Este sujeto multiculturalmente conformado “traduce” la realidad a los moldes previos con que carga: es así que sólo puede explicar la arquitectura maya recurriendo a tópicos europeos como la cultura egipcia y la idea que la cultura tiene su origen en un lugar para luego propagarse o la perspectiva artística de lo pintoresco que lo lleva retratar los nuevos paisajes al modo de jardines ingleses. Uno podría preguntarse sobre la conciencia de Waldeck a la hora de realizar estas adaptaciones, si es una búsqueda consciente de amoldarse a los intereses del público o no.
En el caso  De la Cruz conjeturo una búsqueda de fama por la acción misma del descubrimiento. Búsqueda que posiblemente haya percibido como atemporal. Los viajeros célebres no sólo volvían con nuevos descubrimientos sino que sus empresas eran percibidas como el adentramiento en una realidad plagada de peligros y peripecias dignas de la imaginación de un literato. El viaje de De la Cruz no debe haber sido percibido de esta forma. Sin duda la posibilidad de las desventuras eran un riesgo pero un riesgo que los viajes anteriores (mapas que guían al viajero) y los recaudos de saber a que problemas se podría enfrentar el viajero minimizan la sensación de riesgo que el viaje produce. Cruz debe, para adquirir renombre y no ser sólo un rutinario hacedor de mapas, descubrir cosas nuevas, darles nombre y dejar constancia de los sufrimientos y el valor que debió tener para lograr traer el preciado conocimiento. Cruz cree que el hecho de haber realizado el viaje es mérito suficiente (conjuntamente con una exposición lógica de lo visto y vivido) para que su testimonio sea considerado como cierto. Su preparación científica imperfecta lo lleva a producir un testimonio científico imperfecto y a argumentar en contra del discurso científico que lo invalida.
La imagen del espejo mimético que debe ser la ciencia y el espejo que gradúa la perfección de la mimesis según la cantidad de luz tiene múltiples lecturas, una de ellas es la imperfección del registro de De la Cruz justificada en su falta de conocimientos para hacerlo correctamente. De la cruz no puede “traducir” la realidad al lenguaje científico, puesto que no es un científico. Lo mismo sucede con Waldeck, pero Waldeck es un artista y su “traducción” no va a ser errónea por imperfecta, por intentar y no poder, sino porque el espejo por el que Waldeck  mira la realidad es el arte pictórico europeo. Ambos viajeros son objetados en sus méritos científicos. No pueden, y seguramente no quieren, hablar el lenguaje científico de la época.


Expedicionarios y periodistas


En este apartado se trata de utilizar el abordaje de los textos de Federico de Waldeck Luis de la Cruz como “puerta de entrada” para una lectura analítica de un conjunto de crónicas de viajes en la prensa cordobesa de principios de siglo XX; si bien se trata de dos contextos, dos tiempos, dos dimensiones (en cuanto desplazamiento) distintos, esta diferencia no es obstáculo para conjeturar algunas relaciones dadas por la presencia de algunos componentes discursivos de los textos de aquellos sujetos viajeros, de itinerarios casi continentales, en los enunciados de las crónicas de viajes de esos otros sujetos, de itinerarios provinciales.
Esos sujetos son periodistas/corresponsales que viajan a y por distintos puntos del interior de la provincia, explorando las formas que va tomando lo que ellos en general definen como “progreso”. Cuando hablamos de formas, nos referimos a los resultados de las transformaciones que se van dando en el entorno: el progreso genera cambios en el paisaje, en la población, en las costumbres, en la economía. Los desplazamientos que hacen los cronistas/corresponsales por ese entorno, siempre a través de los ramales del tren y fijando su mirada desde la ventanilla, les permite ser testigos de esos cambios y, en muchos casos, sus envíos dan cuenta del modo como hacen de su hacer periodístico una práctica de la observación y el análisis de aquéllo que ellos ven; sus envíos se pueden pensar como crónicas en las que hay una dominante de lo expositivo y lo argumentativo; justamente es este último componente lo que da vía libre a la “presencia” del sujeto en el texto en cuestión.
Ahora bien, ¿en qué sentido podemos relacionar estos textos, que emergen de una práctica periodística, con los textos de Waldeck o el de Luis de la Cruz, que son “diarios” vinculados a otras prácticas, otros tiempos, otras circunstancias?
Justamente nos interesa establecer relaciones disparadoras de conjeturas a partir de que en los dos casos se trata de la escritura como resultado de un desplazamiento por el espacio; en los dos casos se trata de escribir para que otro lea para conocer en un caso, para informarse, en el otro; tanto los corresponsales viajeros de la prensa cordobesa como aquellos expedicionarios escriben a partir de una mirada (y en cada caso se alude a la metodología que implica ese mirar); todos ellos escriben textos que, más allá de las características específicas de los géneros en los que se inscriben, habilitan el cruce de dos discursos, produciendo, seguramente, en cada caso, nuevos sentidos: en los diarios de los viajeros se cruzan lo literario y lo científico, mientras que en los envíos de los corresponsales viajeros se cruzan lo literario y lo periodístico.
Así entonces, , más allá de las diferencias ya planteadas en el inicio de este  fragmento, creemos que el abordaje de los diarios hecho durante el cursado puede ser una buena plataforma programática (“puerta de entrada”) para indagaciones personales sobre los textos periodísticos  aquí mencionados.
Bibliografía
COSTA, R y MOZEJKO, D. (2001). “Producción discursiva: diversidad de sujetos” en Lugares del decir. Homo Sapiens Ediciones. Rosario.
DEPETRIS, C. (2007). La escritura de los viajes. Del diario cartográfico a la literatura. UNAM. México.
DEPRETIS, C y ESPAÑA, R. (2010). “Oriente está en Yucatán. El viaje de Frédéric de Waldeck” en Viajeros por el mundo Maya. UNAM. México.